“Cada uno ha de exigir que su propio lenguaje se cumpla”

06.04.2016

Aunque su nombre coincide con el conocido pintor de la escuela de Vallecas, Luis Castellanos es un especialista no del pincel, sino de la palabra. Para él, el lenguaje nos construye, nos constituye, nos trasciende. Lo novedoso de esta concepción es que, además, a su juicio, uno puede intervenir en el modo y manera en que utiliza las palabras para modificar conductas, aptitudes y hasta la actitud vital. Por ello impulsó la creación del ‘jardín de Junio’, un centro de investigaciones en el campo de la neurociencia cognitiva aplicada a la empresa. De todo esto nos habla con detalle en su último libro, ‘La ciencia del lenguaje positivo’ (Paidós), escrito con la colaboración de Diana Yoldi y José Luis Hidalgo.

 

Así como en literatura se habla de campos semánticos, esas palabras que ayudan a crear la atmósfera, usted propone que cada persona cree su propio ‘campo semántico luminoso’...

Qué bien... un campo semántico luminoso para cada persona, me parece una definición metafórica muy poética de lo que hacemos con los encefalogramas, que al fin y al cabo es eso, ya que detectamos qué palabras iluminan el cerebro gracias a sistemas avanzados. Creo que voy a cambiar la nomenclatura, en vez de decir que hacemos encefalogramas, diré que elaboramos campos semánticos luminosos.

 

De ese campo luminoso que cada cual tiene, esas palabras que le ayudan a cada cual a mantener el tipo y configurar su modo de mirarse a sí mismo y al mundo, ¿qué proporción es genérica (amor, felicidad, libertad) y cuál personal?

La pregunta es clave. En efecto, existe un universo de palabras que llegan a  todo el mundo, que tienen que ver con emociones básicas y sus derivados (ilusión, entusiasmo, esperanza, etc.), que son universales, pero deben de convertirse en particulares. Para ello, hay que habitar nuestras propias palabras, hacer una inmersión en aquellas palabras que nos definen, tocarlas, palparlas y vivirlas, hacerlas tuyas. Aparte, crear tu propio diccionario, por ensayo y error, detectar las que hablan de ti mismo en tus momentos vitales, reconocerlas. 

Todo parece muy fácil, pero aquí seguimos...

Pero funciona. En el libro recogemos una investigación que se hizo con 678 mojas en Estados Unidos, para tratar de averiguar por qué vivían más y con mayor salud. Donaron todas ellas sus cerebros a la ciencia, y el investigador descubrió que, en el texto que entregaron a las autoridades eclesiásticas para confirmar el porqué de sus votos, todas ellas empleaban palabras positivas, que reflejaban sus emociones positivas, lo que redundaba en su longevidad y salud; contamos las palabras que utilizaron, y había muchísimas positivas, eso nos dio una pista fundamental para llegar a nuestra conclusión: cuantas más palabras positivas expresen y utilicen, más y mejor viven.

 

Es decir, que ustedes cuantifican las palabras y ‘hacen limpieza’ de algunas y reproducen familias semánticas de otras...

Más o menos... queríamos saber cómo se comporta el cerebro ante palabras positivas, negativas y neutras. Comprobamos que, ante las positivas, los tiempos de reacción de los probandos eran más rápidos, porque involucraban a la persona mucho más, aumentaba su capacidad de concentración. ¿Por qué hay que conocer nuestras palabras propias? Porque, si las activamos, mantienen nuestra energía, nuestros sueños, nuestra motivación. Hay una persona muy conocida de este país que, como palabra propia, utiliza ‘barba’, para él significa algo muy positivo, que le estimula, le da confianza; para otros puede ser la palabra ‘partidazo’. Cualquier palabra puede ser muy poderosa para cada uno de nosotros.

 

Más allá de las palabras, ¿también influye la estructura sintáctica en la que las insertemos?

Claro, el orden de las palabras altera el producto, ese orden se sitúa en un contexto y el contexto puede alterar la secuencia de las palabras. Lo maravilloso del lenguaje, como dice Darío Villanueva (director de la RAE), “el lenguaje está para crear”. En toda situación el lenguaje crea, si es positivo el lenguaje que empleas te permite vivir de una manera más satisfactoria contigo mismo; si no, creas una reacción con las palabras, porque hay un malestar con el lenguaje, porque el lenguaje también te arrastra.

 

Usted trabaja mucho con el mundo empresarial. ¿Qué palabras debería usar un buen directivo?

Las empresas es lo más trabajamos, nos proporcionan recursos, trabajamos con empresas del IBEX, con distintas multinacionales, y siempre con miembros del comité de dirección. Para ellas hemos creado el SIL, Servicio de Inteligencia del Lenguaje, que aplicamos durante tres meses a los directivos. Lo primero que hacemos con un directivo es una entrevista de unos cuarenta minutos, con ciertas preguntas averiguamos cómo es el lenguaje que usa. En ese tiempo, emplea una media de seis mil o siete mil palabras, que crean un mapa lingüístico. Nosotros les proporcionamos un informe, para que vean, palabra por palabra, qué tipo de lenguaje usan. Así se dan cuenta de que emplean, por ejemplo, coletillas, peros, negaciones constantes... y toman conciencia de lo que hacen, de lo que dicen. Y cuando alguien toma conciencia de lo que hace, algo ha cambiado. Lo importante es la curiosidad, sin ella no se llega a ningún sitio. Ellos tienen curiosidad de saber qué pasa con sus palabras, cómo influyen en su trabajo, en su equipo, en su empresa. El éxito lo medimos en lo más personal, si está ahí, el resto de ámbitos se impregnan. No se trata de usar un lenguaje manipulado sino convencido.

 

Así como los Mandamientos se resumen en dos, ¿hay una palabra seminal a partir de la cual se ramifiquen las demás, una palabra origen?

Si averiguas la tuya propia, puede ser; por eso preguntamos la palabra que te define, para que cada uno se deje llevar y cree un árbol lógico a partir de ella, cada uno elige la suya. Curiosidad es muy atractiva y positiva. Me hace avanzar muchísimo.

 

Es decir que la curiosidad no mató al gato, como aquel grupo británico de los ochenta...

 

Jajaja, me encantaba ese grupo, no no, la curiosidad no mata, la curiosidad es el acicate necesario para casi todo.

 

Esta ciencia del lenguaje positivo, ¿es más deudora de Wittgenstein, de Lacan, de Humboldt..?

Tiene muchas deudas, soy empresario e investigador, pero también filósofo, y me siento deudor de todos ellos, desde Aristóteles y Platon a los que mencionas, porque el Jardín de Junio nació desde la ciencia pero desde una tradición del lenguaje, y para crear algo tienes que conocer lo que se ha hecho, para poder investigar, saber qué se ha dicho, si quedan huecos por los que indagar. Todos ellos nos han abierto las puertas, toda pregunta correcta nos abre el camino para una pregunta más correcta.

 

Desde el Jardín de Junio urge un curso exprés para políticos, ¿no cree?

Siempre digo: “cuida del lenguaje, porque él cuidará de ti”. Cada uno ha de  exigir que su propio lenguaje se cumpla; hemos trabajado en ampliar conceptos antiguos, por ejemplo ‘empatía’, porque esto es fundamental, especialmente para los políticos. Lo sustentamos en la ET, empatía temporal, porque las decisiones de los políticos se toman mientras el tiempo vital de los ciudadanos transcurre.

 

¿Cuál sería su palabra ‘mágica’?

Aparte de ‘curiosidad’, como te he comentado, ‘afortunadamente’. Ante un atasco, puedo pensar: “afortunadamente estoy en un atasco, esto me da tiempo para pensar en mis hijos”, por ejemplo. ‘Afortunadamente’ ayuda a entender en positivo los contratiempos. Es una palabra bellísima.