El humor protagoniza la campaña navideña de Campofrío

19.12.2018

El sentido del humor es una cualidad moral. Lo dijo Horacio, Aristóteles, cada cráneo privilegiado ha reparado en la necesidad del ser humano de resguardarse en ese pararrayos vital. El humor. Pero la sentimentalización del discurso estrecha sus límites, y cuanto menor es la capacidad del humor de expresarse, mayor es el dogma y la amargura. No hay entendimiento (ni propio ni ajeno) sin la posibilidad del asombro, que es, a la postre, lo que descubre el humor. Que las cosas pueden ser de otro modo a como las pensamos.

Hay humor emparentado con la ternura, con lo poético, con lo grotesto, lo zafio, con el ingenio… hay retranca, ironía, humor blanco, delirante, absurdo, surrealista, sarcasmo, sátira, esperpento, socarronería, picardía, humor mordaz y humor inteligente. Mark Twain decía que era la mayor de las bendiciones que podía recae sobre una sociedad, el sentido del humor.

Por eso se celebra el anuncio de Campofrío, que este año alumbra la Navidad compartiéndonos una sutil pero honda reflexión sobre los grilletes que suponen lo políticamente correcto. Una cosa es educación, civismo, otra, depredación. Y el humor, no se olvide, es irreverente por naturaleza.

Un tienda de productos exclusivos. No vende atuendo, ni complementos, ni móviles de última generación. Tampoco condimentos gourmet para emplatar al modo de los programas exquisitos de gastronomía tan del gusto de la moda televisiva. Lo que se vende en la tienda que protagoniza la campaña navideña de Campofrío son chistes. Chistes de esos que ya cualquiera duda de ‘si puede’ contar en público. Lo terrorífico del asunto es que uno sabe que una tienda así puede convertirse en algo real. El humor puede terminar siendo un objeto de lujo. Hagamos habitable este mundo. Desabrochemos la sonrisa.