Sostenibilidad y RSE, claves para la competitividad

RSC

En los últimos tiempos, herramientas como el Retorno Social sobre la Inversión (SROI) se muestran capaces de proporcionar una radiografia completa del modo en que una compañía crea valor, indicando a través de un coeficiente el valor social creado por cada unidad monetaria invertida. Se trata, básicamente, de una comparación entre el valor social generado por una iniciativa y la inversión necesaria para lograr es impacto. Otros conceptos, como los precios sombra y la tasa social de descuento, se adentran también de forma incipiente en los todavía inexplorados territorios del retorno de la inversión social.

La importancia de medir la inversión social va mucho más allá del afán por convencer a los últimos -pero robustos- reductos de accionistas incrédulos. Es, de hecho, la forma en que las buenas prácticas se conviertan en políticas empresariales, se enraícen en el ADN empresarial, pasan de ser conceptos filosóficos a realidades tangibles.

Así, la generación de valor social es una prioridad. El proveedor de índices bursátiles Morgan Stanley Capital Internacional ha asegurado recientemente que la generación de valor social por parte de las grandes compañías y el respeto de las libertades son dos de los riesgos sociales y medioambientales que han de tenerse en cuenta a la hora de llevar a cabo inversiones socialmente responsables.

VALOR SOCIAL

Y es que está claro que las compañías que pretendan triunfar en el nuevo escenario competitivo han de atender a la RSE y darle un lugar preeminente. En los actuales modelos económicos, vastos y globalizados, la Responsabilidad Social está convirtiéndose en el caballo ganador de aquellas compañías que deciden apostar por la excelencia empresarial. Tradicionalmente, la viabilidad de los proyectos empresariales ha sido juzgada según las cifras ofrecidas por los ROI (return on investment) obtenidos tras el cuadre de las cuentas de resultados, supeditando las decisiones estratégicas a la simplicidad de una fórmula puramente matemática.

Quedan lejos ya los tiempos en que Milton Friedman convencía asegurando que "pocas tendencias podrían socavar tan profundamente los fundamentos de nuestra sociedad libre como que los directivos de las empresas asumiesen otro tipo de responsabilidad que no sea generar tanto dinero como fuera posible para sus accionistas". En la actualidad se admite- al menos teóricamente- que las compañías han de responder no sólo ante sus accionistas, sino también ante sus proveedores, clientes, empleados, competidores, sector público, organizaciones no gubernamentales y el resto de la sociedad en general. Al amparo de esta nueva tendencia han proliferado en los últimos tiempos conceptos relacionados con la responsabilidad social: gobierno corporativo, ciudadanía corporativa, triple balance, auditoría social y medioambiental, transparencia, sostenibilidad.

Entre ellos, la inversión socialmente responsable pretende dar una vuelta completa al manido calcetín de la preeminencia de las cifras como indicadores de buen gobierno empresarial. Conviene entonces, como antídoto ante los directivos escépticos que se aferran todavía a la búsqueda voraz del beneficio, demostrar que los beneficios de la inversión social son perfectamente medibles y cuantificables.

También los organismos internacionales exploran esta tendencia. Con el fin de ahondar en la idea de una Responsabilidad Social más cuantificable, la Comisión Europea presentó en su día junto con la Universidad de Viena una nueva investigación, 'Does Corporate Responsibility Pay Off', cuyo objetivo es explorar las alianzas entre Responsabilidad Social y competitividad empresarial basándose en sectores productivos tales como la construcción, químico o textil.

La investigación identifica claras oportunidades en el ámbito de la transparencia empresarial, la gestión ambiental y la licencia social, aunque detecta que la relación entre competitividad empresarial y Responsabilidad Social no es todavía todo lo robusta que debiera. Así, los autores recomiendan dejar de hablar de competitividad para centrarse en el concepto de 'excelencia empresarial'. Entre las conclusiones del documento destaca el gran potencial que los expertos han encontrado al analizar el sector químico a la hora de vincular la RSC con la competitividad. Por su parte, en el sector de la construcción los tres ejes de vinculación entre competitividad y RSE son Salud y Seguridad ocupacional, Anticorrupción y Construcción Sostenible.

Así, la vinculación entre Responsabilidad Social y competitividad puede funcionar a en el seno de las compañías aumentando por ejemplo su reputación o eficiencia por diferenciación en el mercado. Además, es la motivación hacia un nivel mayor de excelencia empresarial lo que debe funcionar como impulso para las compañías; esto es, una visión global e integral de la empresa y de sus aspectos económicos, sociales, ambientales y de buen gobierno.

(Artículo de Beatriz Lorenzo, publicado en ICN)